Chile se encuentra en una profunda encrucijada, retomar el camino que lo llevó a ser un modelo a seguir para disminuir la pobreza y crear oportunidades de progreso a gran parte de la población generando una movilidad social histórica o volver a las viejas prácticas del reconocido populismo latinoamericano donde se privilegia repartir lo existente para generar igualdad, sin considerar que ello se acaba en el corto plazo. Durante el actual gobierno de izquierda se han realizado al menos dos grandes reformas estructurales que han impactado de manera significativa la actividad económica, afectando principalmente la creación de empleo y de esa manera la posibilidad que las personas puedan mejorar su calidad de vida. Partiendo de la premisa, que no hay mejor política social que una política que contribuya a la creación de empleo de calidad con un riguroso control de las leyes sociales vinculantes.
La primera reforma relevante ha sido en materia impositiva, la cual antes de entrar en vigencia ya ha debido ser modificada en parte importante de sus normas, aun así sigue siendo confusa y fundamentalmente contraria a los incentivos que buscan inversiones. Por otra parte, una reforma laboral que más bien potencia la injerencia de los sindicatos al interior de las compañías bajo el supuesto de disminuir las asimetrías existentes entre empleador y trabajadores. Esto sin reconocer que un porcentaje significativo del empleo nacional es aportado por empresas de menos de 50 trabajadores. Es tal el empecinamiento del gobierno que ha bypaseado un fallo del Tribunal Constitucional –instancia rectora en materia legal- que ordenaba dejar sin efecto parte de lo aprobado por el Congreso, de mayoría oficialista en ambas cámaras sobre la materia. Como si lo anterior no fuera suficiente para crear un ambiente de desconfianza creciente, que es lo único que crece hoy por hoy, nos encontramos inmerso en un proceso de cambio constitucional que nadie sabe cómo culminará, acrecentando las dudas sobre el futuro del país. Esto ya no es sólo una advertencia que viene de la oposición al actual gobierno, a ellos se han sumado una serie de representantes de su mismo color político señalando lo complejo del escenario que se ha ido configurando y el riesgo de desandar todo el esfuerzo realizado por cada uno de los habitantes del país. Las reformas señaladas han creado un clima de incertidumbre que aún después de terminada su tramitación continúa el debate sobre los dañinos efectos que tendrá para el futuro del país y la necesidad de realizar cambios significativos en un futuro gobierno. En materia de cifras lo único que vemos es el reflejo de lo señalado con anterioridad partiendo por un incremento del desempleo, el cual sólo se ha visto sostenido por una categoría de empleos precarios denominados “por cuenta propia” tan común en nuestra región, el cual agrupa desde vendedores callejeros hasta personas que ejercen su oficio de manera esporádica. Estos son empleos de baja calidad, sin previsión y surge como respuesta instintiva de la gente frente a la desaceleración económica. Si bien la cifra de 6.8% del trimestre marzo mayo puede ser aún considerada baja a nivel nacional, esta esconde situaciones complejas al analizarla en detalle, con aumentos en áreas que están claramente vinculadas al ciclo económico como es la minería, pero también aumenta en los sectores industriales y servicios vinculados a la salud por ejemplo. En cuanto a las proyecciones macroeconómicas estas no son mejores, las noticias han sido de más a menos, muy distintas a lo que nos intentaba asegurar la autoridad fiscal cuando hace un año hablaba de la existencia de brotes verdes en la economía. El Banco Central, en su tradicional Informe de Política Monetaria (IPOM) señala que los datos para el PIB del año 2014 fue de 1.9%, para el año 2015 de 2.1% y se proyecta un rango de 1.25% a 2.0% para el presente ejercicios según datos del Informe del mes de junio del presente año. En el mismo documento, y aquí comienza a tornarse aún más complejo el futuro, las proyecciones para la inversión también disminuyen y se acercan a 20 puntos del PIB, cifra obviamente baja si existiera algún interés en retornar a tasas de crecimiento sobre el 4%. Es cierto que el precio del cobre, el principal producto de exportación del país ha bajado casi un 50% en comparación con su mejor momento, pero también ha caído el precio del petróleo, equilibrando los términos de intercambio. Otra mirada al respecto sería ver lo que ocurre con nuestro vecino del norte, Perú, país que también tiene una alta producción cuprífera y está creciendo al doble que Chile. A esta altura es claro que la situación política está afectando a la economía y el principal problema es que no se vislumbra que ello vaya a cambiar en el corto plazo, por más que la evidencia muestre un camino complejo para los próximos meses y años. Todo lo anterior se da en un escenario internacional que se ha caracterizado y al parecer seguirá con alta volatilidad, si bien el crecimiento mundial de 3.1% según Consensus Forecasts casi duplica el nacional que se situaría en 1.5% según el centro del rango meta del Banco Central. Frente a este panorama desalentador debemos ser propositivos para mejorar las condiciones en que se desenvuelve la actividad del país. Reconocemos un alto grado de desconfianza, por ello se hace cada día más necesario establecer mecanismos de colaboración entre los distintos actores involucrados como es el gobierno, las fuerzas políticas con representación parlamentaria, los trabajadores y el empresariado, por ello constituir una suerte de pacto social que reconozca los problemas que enfrenta el país y establezca un camino concreto a seguir será fundamental para sacar al país de este letargo, el cual puede hacer que la ilusión de alcanzar una mejor calidad de vida para todos sólo sea eso, una ilusión como tantas otras. Debemos reconocer que es el esfuerzo colectivo el que hace la diferencia entre las naciones, son ellas las que compiten en un mundo cada día más conectado y si bien se abre un espacio para el proteccionismo luego del Brexit, no podemos dejar de avanzar en mejorar el ambiente interno mediante alianzas público-privadas, aumentar la confianza entre nosotros y contribuir con ello a establecer condiciones para que el emprendimiento vuelva a ser parte del debate nacional como solución a los problemas que enfrentamos con miras al futuro. ALDO CASSINELLI CAPURRO Director Ejecutivo Instituto Libertad Los comentarios están cerrados.
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Mayo 2017
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