Todo va y viene en una solución de continuidad que confunde a propios y extraños. Donald Trump está arriba de Hillary Clinton afirmaban las encuestas un día antes de la Convención Demócrata, 48% a 45% decían aquellas encuestas. Tres semanas después, Hillary Clinton superaba por 8 puntos al muy particular Donald Trump. ¿Qué nos dice esto? Que hay un volumen del orden del 10% del presunto electorado estadounidense que fluctúa según cada circunstancia particular.
Mientras tanto, el mundo, consciente de que las decisiones electorales estadounidenses impacta en los quehaceres diarios de sus naciones y gobiernos opina sobre la base de sus juicios y prejuicios como si sus afirmaciones no tuviesen luego efectos secundarios. Casi todos, se expresan sobre lo que presumen políticamente correcto, esto es, mostrar su rechazo y exacerbar su oposición a Donald Trump, como si esas opiniones tuviesen algún efecto conducente en el electorado norteamericano. Pocos se detienen a pensar que el conocimiento internacional y/o la consideración de lo internacional no juegan prácticamente ningún efecto en la decisión electoral de los electores del norte del continente. Trump no es políticamente correcto. Es una suerte de expresión sin maquillaje del sentimiento mas tradicionalista del interior profundo de los EEUU. En la periferia del continente y de las zonas atlánticas y del pacífico estadounidense se horrorizan. Unos, porque no saben qué política internacional desarrollará un eventual Presidente que dice mirar más hacia adentro que hacia afuera. Los otros, porque pertenecen a Estados y ciudades portuarias, cosmopolitas por definición. Luego, está el fenómeno de los mexicanos. Obviamente están aterrados o, por lo menos, muchos de ellos lo están. Sienten aunque no lo expresen que en un porcentaje importante de los ciudadanos norteamericanos, aquellos que representan el slogan de “blanco, sajón y protestante”, están siendo denostados. Uno de los problemas es que, una gran mayoría es ilegal, itinerante y rechaza cualquier esfuerzo por adoptar el idioma, la cultura y las características particulares de los norteamericanos nacidos en ese país. Incluso sus hijos desarrollan un idioma propio, mezclado y una cadencia lingüística que los identifica más allá de cualquier otra diferencia. En muchos Estados sureños se han centralizado en una suerte de guetos propios, autoexcluyéndose del país al que migraron. No son pocos los norteamericanos que se preguntan, “para que quieren venir si no quieren integrarse”. Lo cierto es que, esta masa electoral, no vota. No votan los indocumentados, no votan los residentes y en gran parte no votan siquiera los nacionalizados porque no se sienten integrados a este proceso electoral. Quizás por eso es que Trump no le importa lo que ellos piensen o sientan. En el otro extremo está Hillary Clinton. Una abogada intelectual de 69 años, un año menos que Trump, egresada de Yale. Su vida política tuvo vaivenes importantes que aún no han ingresado en el conocimiento masivo de una campaña electoral que seguramente será muy dura. De origen político Republicano migró al Partido Demócrata casi al mismo tiempo que ingresara en la firma de abogados Treuhaft, Walker and Burstein en Oakland, California. Firma esta que era muy conocida por su apoyo a los derechos constitucionales, libertades civiles y causas de extrema izquierda (de hecho dos de sus miembros eran miembros o ex miembros del partido comunista). No faltan quienes piensan que la volatilidad histórica ideológica de Hillary Clinton esconde un cinismo disimulado en una suerte de cuidado pragmatismo al servicio de sus ambiciones personales. Quienes así piensan son los mismos que señalan que los devaneos amorosos de su marido y ex presidente, fueron “perdonados” por Hillary porque no hacerlo hubiese implicado dejar de lado su carrera hacia la Presidencia ya que una doble condición, la de mujer y divorciada, no habría soportado esa suerte de puritanismo moral norteamericano que supone exigencias para una mujer que no se compadecen con las exigidas para un hombre. En resumen, la campaña electoral, en su parte intensa aún no se ha lanzado y todo indica que será durísima. Al respecto, la elección de Timothy Michael Kaine, ex Gobernador de Virginia y Senador por ese Estado, le puede traer algunos dolores de cabeza a Hillary Clinton. Kaine, católico educado por jesuitas, tuvo y tiene hasta la actualidad una muy estrecha relación con el sacerdote jesuita Ismael “Melo” Moreno que reivindica a un sacerdote jesuita norteamericano, el Padre James Francis Carney (expulsado de Honduras en el 79, que regresó como Comandante “Mario” en el 83 y desapareció ese mismo año) que tuviese una muy estrecha relación con la guerrilla hondureña (se lo conocía como el “hermano lupe” o “Guerrillero Mario”) y que fuese una suerte de tutor de Kaine cuando este misionó con los jesuitas en Honduras. En aquellos años cuando Kaine estaba bajo la tutoría jesuítica de Carney y misionaba con él en Honduras, este ya expresaba que… “la liberación de los pobres solo vendrá por medio de la lucha” y que “el amor eficaz por los opresores también exige esta lucha armada para quitarles las armas con las cuales ellos están pecando”. Obviamente aquellos años de la Guerra Fría estaban teñidos de un macartismo muy fuerte. Tan cierto como es esto es que es muy probable que cuando llegue el momento álgido de las campañas electorales, seguramente surgirán algunas de estas historias, juicios y prejuicios. Sobre todo porque el padre Ismael “Melo” Moreno, visitó a Tim Kaine en Washington DC en el año 2014 para discutir "el importante papel de los medios de comunicación, la sociedad civil y otras organizaciones no gubernamentales en la lucha contra el deterioro de la seguridad y las condiciones económicas en Honduras, las cual están causando la migración hacia Estados Unidos", esto, según una nota de prensa publicada por la oficina del Senador Kaine el 2014. Luego de esa reunión del padre Moreno con Kaine, en septiembre de 2015, durante la Misa por los 32 años de la desaparición del Padre Carney, transmitida por Radio Progreso, el Padre “Melo” alentó a “seguir sus pasos y memoria de lucha para continuar construyendo una sociedad más justa y equitativa”. Seguramente no faltarán preguntas a Hillary Clinton y al propio Kaine sobre su relación intelectual y personal con comandantes guerrilleros hondureños y si está o no de acuerdo con apoyar las iniciativas del Padre “Melo” Moreno de reivindicar a un sacerdote jesuita norteamericano que tomó las armas como guerrillero. En resumen, no será una campaña liviana, seguramente será muy dura y estará expuesta a situaciones externas e internas que pueden cambiar resultados y la percepción que hoy favorece a Hillary Clinton. Será un gran desafío observar si la sociedad norteamericana está madura y dispuesta para elegir una mujer de Presidente y un vicepresidente con algún historial relacionado con el marxismo en la región, aún cuando esta relación esté relacionada con una etapa muy joven de su vida, en un contexto fuertemente macartista. En sentido inverso, el Partido Republicano, en su matriz mas estructurada está preocupado por el surgimiento de un fenómeno interno como Donald Trump. Lo cierto es que, de una u otra manera, el Partido Republicano no pudo o no supo encontrar un mejor candidato que seduzca el voto interno partidario para luego enfrentar a una candidatura demócrata que tampoco seduce masas como pudo e hizo Barack Obama. Hoy, cuando muchos piensan que todo está decidido… el final sigue abierto. Los comentarios están cerrados.
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Febrero 2018
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